Los seres que pueblan estos relatos viven en una sociedad agraria cuyas raíces profundas son el paganismo y la superstición.
Grazia Deledda muestra cómo los patrones de conducta arcaicos --los celos, la desesperación, los amores prohibidos, la traición-— se agravan cuando son expuestos al rigor moral de unos códigos morales surgidos del Catolicismo, injertados en una estructura patriarcal inflexible.
Es gente atrapada, para quienes el alivio de una penuria solo anuncia la llegada de otra. Relatos realistas con elementos de leyenda, de supersticiones antiguas y de tradiciones locales, que evitan los finales trillados. Porque los personajes se enfrentan a peligros reales: el hambre, la malaria, la sequía, la indigencia.
Desde la mirada de Deledda, nadie es capaz de condenar a la joven que se casa con un hombre al que odia solo por huir del hambre. O de no emocionarse con el campesino que, privado de mejores palabras, compara el surgimiento de un sentimiento extraño que lo atemoriza con la mordedura de una víbora.