Durante la mazurca, llegó a pensar que tenían algo. El contacto entre ellos perturbó y congeló el salón. La respiración de ambos se había sincronizado y acelerado. Después de todo, compartieron todos los bailes cuando ella consintió que le hechizara los pies, y él se había sentido como si se hubieran pasado la noche entera arropados, con la cálida seda de su magia contra el frío, de alguna manera tranquilizador, y el vestido de ella, su magia y sus cuerpos moviéndose en sincronía.