El deseo de acumular conocimiento competía con el de controlar el acceso al mismo o el de utilizarlo para «mejorar» de algún modo a los lectores. El fenómeno se manifiesta de manera más evidente en el rechazo de los gustos de estos nuevos lectores: desde la guerra del siglo XVI contra la ficción de caballerías, pasando por la crítica a la novela, hasta la desaprobación de los gustos lectores femeninos y, particularmente, de las escritoras.