El montañero intelectual hace muchas salidas en falso, llega a callejones sin salida, se encuentra en posiciones indefendibles y a menudo tiene que dar marcha atrás, bajar y volver a empezar. De manera lenta y dolorosa, con innumerables errores y correcciones, logra escalar la montaña en zigzag. Solo cuando alcanza la cima ve que, de hecho, había una ruta directa, un «camino real» hasta la cima.