Al dejar de ser adicto al pensamiento, a los conceptos, a las creencias, a los supuestos, dejé de ser adicto a las cosas cotidianas, que continuamente nos las hacen ver como necesarias para ser felices; dejé de ser adicto al progreso económico, a la superación personal, al progreso espiritual, a ser un hombre exitoso, a la abundancia, a las comodidades. Al dejar todos estos apegos, encontré la verdadera felicidad, el gozo eterno, la vida interna, donde no existen los conceptos de sufrimiento, dolor, enfermedad, ni muerte.