Xaver le contestó que la verdadera casa no es una jaula con pajarito ni un armario ropero, sino la presencia del ser querido. Y le dijo también que él no tenía casa, o, mejor, que su casa eran sus pasos, su andar, sus viajes; que su casa estaba allí donde veía horizontes desconocidos; que él solo podía vivir yendo de un sueño a otro, de un paisaje a otro