Esos compartimentos de horarios, de alimentos inmutables, de gestos y olores. Y la tranquila sumisión de las niñas a todas las restricciones, porque saben que cada mota de apetencia, cada posible desviación, un sábado a pasear, a jugar en la habitación, una merienda demasiado copiosa, cada uno de esos recodos conduce a otra vida, la vida de las niñas normales, sin objetivo ni futuro.