que os habían precedido, llegados a Egipto en oleadas sucesivas, de cómo estos habían contribuido al renacimiento intelectual del país de acogida, pero también a la dominación británica —a la que se adaptaron bien—, y de los prestigiosos puestos que ocupaban en la administración, el comercio, la industria o la cultura. Sus palabras traslucían una mezcla de orgullo y de gratitud hacia el pueblo que les había abierto los brazos. Pero al tono que empleaba cada vez le costaba más contener sus notas melancólicas. Era consciente de que había llovido mucho desde entonces sobre el puente de Qasr al-Nil y de que otro Egipto había nacido. Un Egipto a la reconquista de su identidad árabe y musulmana, enardecido por el patriotismo nasserista y sus sueños de grandeza recuperada. Un Egipto decidido a no dejarse desposeer de su élite. Suez, las nacionalizaciones, las confiscaciones y los exilios supusi