Paz encarna como nadie el siglo XX mexicano. Escribo esta frase sin apresuramiento. Es a la vez su voz más abarcadora y su protagonista más anómalo. Su crítica histórica, política, artística, moral es el reactivo mexicano por excelencia en el debate moderno. No desdeño a otros: Paz nunca estuvo solo, pero reivindicó la naturaleza solitaria de su quehacer intelectual. Como poeta, es el eslabón central de nuestra actualidad. Gracias a su aliento, la tradición poética mexicana vive por lo que vale y por lo que augura: no hay poeta mexicano cuya obra no hable con, o contra, la de Paz. Patriarca e hijo pródigo al mismo tiempo, a fuerza de hablar consigo mismo, habló con los demás, con antiguos y modernos, con los centros y las periferias. Es el mexicano inverosímil.