Fernanda Piderit

Muchas veces las gentes lloran porque encuentran las cosas demasiado bellas. Lo que las hace llorar no es el deseo de poseerlas, sino esa profunda melancolía que sentimos por todo lo que no es, por todo lo que no alcanza su plenitud.

Muchas veces las gentes lloran porque encuentran las cosas demasiado bellas. Lo que las hace llorar no es el deseo de poseerlas, sino esa profunda melancolía que sentimos por todo lo que no es, por todo lo que no alcanza su plenitud.

Las dos se van muy contentas. Lilus porque cree que le van a contar un cuento. La mamá, porque está convencida de que es una intelectual…

En la escuela hay unos que pegan propaganda y otros que la despegan. Y según eso, hay mucho mérito en pegar y despegar.

Por este relato, Lilus comprendió que para ser de Dios, había que darse completamente. Había que entenderlo y temerlo. Y creyó en los signos. Tal vez en esta vida, eso es lo más importante: creer en los signos, como Lilus creyó desde ese día.

Sabe que el cielo es un estado, un modo de ser, y no un lugar...

La enfermedad llegó sin aviso, traicionera, como una gran idea de soledad.

Lilus, niña mía, ¿cuándo aprenderás a encontrar tú sola la respuesta a esa infinidad de preguntas que te haces?

Lilus había visto horribles monjas en sus sueños. Caras de insensibilidad perfecta. Caras que ningún problema humano puede turbar. La inmovilidad de una cara es más terrorífica que las cicatrices y los ojos ciegos.

Muchas veces las gentes lloran porque encuentran las cosas demasiado bellas. Lo que las hace llorar no es el deseo de poseerlas, sino esa profunda melancolía que sentimos por todo lo que no es, por todo lo que no alcanza su plenitud.