Van vestidos de lino crudo. Se han liberado de la muerte y, por tanto, del tiempo. Nadie, en el resto del mundo, apuesta por ellos. Así pues, aprenden a ser libres, como Jesucristo cuando salió de su tumba, tres días después de su martirio, cuando tuvo que rendirse a la evidencia: incluso la muerte es efímera, sólo el paraíso dura.