En el jardín, a estas plantas pioneras las denominamos «malas hierbas», y hacemos cuanto podemos con tal de eliminarlas de nuestras preciadas parcelas. Resulta comprensible, más que nada porque ya tenemos nuestras propias plantas pioneras (o quizá deberíamos llamarlas «colonizadoras») para cubrir el suelo. A pesar de todo, admiro a esas plantas a las que con tanto desdén llamamos «malas hierbas». Hay algo que me resulta muy atractivo en esa tenaz determinación con la que insisten en escoger su propio hogar, pese a nuestros esfuerzos por desanimarlas. Al fin y al cabo, seguro que tan solo están respondiendo al ruego de la tierra para cubrirse por pudor, y ¿quiénes somos nosotros para poner en tela de juicio las razones de nuestro propio planeta