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Isabel de Naverán

  • Fer Silvaцитируетв прошлом году
    Ella avanzaba hacia la inmovilidad, alejándose de todo contacto con su exterior más próximo, a medida que yo aprendía a verla, acercándome. Se ejercía un doble efecto: de velo hacia una nebulosa y de desvelo hacia una nueva percepción.
  • Fer Silvaцитируетв прошлом году
    He pensado a menudo en ese tipo de cansancio, mantenido durante largo tiempo, tanto que se vuelve inaguantable, un agotamiento máximo, una extenuación que no es puntual sino estirada en el tiempo. El cansancio que supone vivir en determinadas circunstancias y el esfuerzo del día a día.
  • Mariana Aguilar Doncelцитирует2 года назад
    Los rituales del duelo son los rituales de la vida: ahí, en esa repetición a veces buscada y a veces inconsciente, se fragua la cercanía con los que perdemos y, a la vez, nunca terminamos de perder.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    «Echar de menos a alguien es un acto cotidiano compuesto de gestos pequeñísimos. Los rituales del duelo son los rituales de la vida: ahí, en esa repetición a veces buscada y a veces inconsciente, se fragua la cercanía con los que perdemos y, a la vez, nunca terminamos de perder.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    El presente del cuidado se imponía a cada segundo. Con absoluta urgencia dejaba de lado toda posibilidad de contemplación o de deleite.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    dolor de una pérdida que se anunciaba como inevitable, generó una gran sensación de deuda.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    Me regalas este rato juntas, en la suspensión propia del sueño, al margen de la actividad diaria, de los compromisos y tareas, nos tocamos sin hablar. Mi cara cerca de la tuya, la siento como una piel viva, a pesar de la inmovilidad, emite cierto calor. Echo en falta el tacto de tu piel, quizás porque, al final, nuestro lenguaje era casi solo eso, o a través de eso, del contacto de la piel, incluso después fue también eso, al menos por unas horas, el calor que desprendía tu piel hasta enfriarse del todo.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    Cuando de pequeña me cogías la cara entre tus manos, eso me gustaba. Toda mi carita cabía en ellas. Me parecía que podía quedarme al abrigo de ese calor. Una mañana después de su muerte, al despertar y aún en la cama, coloqué mis manos de la misma manera, pero las mías son frías y más estrechas.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    en mi anhelo de ser hija, disimuladamente apoyaba la cabeza en sus rodillas esperando a que me tocara el cuello con la mano que aún podía movilizar. Recuerdo el tacto de sus dedos. Ella estiraba un poco el brazo hasta hundirlos en el pelo y moverlos muy despacio, y yo me hacía la dormida disfrutando de aquel gesto que por unos segundos me retrotraía a los numerosos momentos en que, a lo largo de nuestra vida en común, nos tocamos.
  • Alvaro E. Segovia Garcíaцитирует6 месяцев назад
    He pensado en ese modo de agarrarse a la vida mientras una se despide. Detenerse en la belleza de lo más pequeño y cercano, configurar a conciencia un minúsculo ecosistema de autocuidado a base de transformar una mirada, y de atender solamente a lo que brilla.
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