—«Calma. Cuando la abrí, me encontré con todo un espectáculo. Llamé al cirujano jefe, mientras yo sacaba al niño; después, con usted todavía en la mesa, celebramos una consulta… y trabajamos durante horas para salvar lo que se podía salvar. Usted tenía dos series completas de órganos, ambas inmaduras; pero la serie femenina estaba bastante desarrollada como para permitirle tener un bebé. Esos órganos, sin embargo ya no podían servirle de nada, así que los extirpamos y reordenamos las cosas, para que pueda desarrollarse adecuadamente como hombre. —Me puso una mano en el hombro—. No se preocupe. Es usted joven, los huesos se le readaptarán, le vigilaremos el equilibrio glandular… y haremos de usted un hermoso ejemplar masculino».