Mi pensamiento no es sólo mío, pero cualquiera puede pensarlo porque lo he pensado yo y así lo ofrezco. Ésta es la paradoja de la filosofía, su exigencia y su generosidad. Esta relación paradójica entre lo singular y lo común no sólo es el modo en que la filosofía se pone en práctica, sino que también es su cuestión principal, la que atraviesa todas sus problemáticas y todas sus épocas. La diversidad de las formas (éticas, estéticas, científicas, políticas, etc.) remite a la posibilidad de mantener abierta una misma pregunta: ¿cómo vivir una vida verdadera? ¿Cómo pensar, cómo actuar y cómo conducirse respecto a una verdad pensable por y para todos? Es la pregunta movida por el deseo de reunir lo separado sin unificarlo. Es el movimiento del deseo que se despliega en el movimiento de la inteligencia, un deseo (philein) que no se traduce en posesión sino en intelección. ¿Qué hay que entender? La relación de lo que parece no tener relación. El logos, lo llamaba Heráclito, relación que recoge y separa, que discrimina y vincula, que permite pensar incluso la unidad viva de los contrarios. Como el deseo mismo.
Filosofía
Lo singular y lo común
Filosofía y deseo