De esto tienen mucho sus relatos: de respiración —inspira, espira— brevísima, apenas unas pocas páginas en las que se intuye más que se explicita, en la que el nudo se suelta antes de que nos sintamos como en casa; nos provocan la incomodidad, no nos quieren con ellos, se bastan solos. Funcionan sin el lector, y ahí la paradoja: funcionan para el lector, igual que si te enteraras de una anécdota que se describiese sin florituras, tal y como sucedió, con el tiempo exacto, contada porque necesita contarse. Así, con esa urgencia y esa conciencia sabias, con ese raro apego