Las indias, ya vestidas, se pintan figuras en la cara y se inventan palabras como «wakiuj», «miaje», «jijibú». Mi vestuario es un desastre: la ropa del español me queda grande, en el pantalón caben dos niñas y la camisa, para un gigante. Una de las esclavas me presta una tela de colores que uso como correa. Doy pena. Me recojo el pelo hacia atrás y me dibujo un bigote flechudo con la pintura de las indias.