Pero el pensamiento japonés, siempre original, se distingue de las demás filosofías extremo orientales tanto como de la nuestra. A diferencia de las primeras, no aniquila al sujeto. A diferencia de la segunda, se niega a hacer de él el punto de partida de toda re-flexión filosófica, de toda empresa de reconstrucción del mundo a través del pensamiento. Hasta se ha lle-gado a decir que en un idioma como el japonés, reacio al empleo del pronombre personal, el “Pienso, luego existo” de Descartes es rigurosamente intraducible.
En lugar de hacer del sujeto una causa, como ha-cemos nosotros, el pensamiento japonés ve en él más bien un resultado. La filosofía occidental del sujeto es centrífuga; la de Japón, centrípeta, coloca al sujeto al final de la pista.