¿Por qué escribir una historia de la “locura” o de la “enfermedad mental”? ¿Por qué no llamarla una historia de la psiquiatría? A estas preguntas tengo una respuesta simple. Ese tipo de “historia” no sería para nada una historia. Mi plan es discutir el encuentro entre la locura y la civilización por más de 2000 años. Durante gran parte de ese tiempo, la locura y sus cognados —demencia, frenesí, manía, melancolía, histeria y otros similares— fueron los términos de uso general, no sólo entre las masas o incluso entre las clases educadas sino universalmente. Es innegable que la locura no sólo era el término que se utilizaba cotidianamente para entender la sinrazón, sino que se trataba de una terminología que acogían aquellos hombres de medicina que buscaban explicar sus estragos en términos naturalistas y, en ocasiones, tratar a los enajenados. Incluso los primeros loqueros [mad-doctors] (pues así se llamaban a sí mismos y así los conocían sus contemporáneos) no dudaban en usar la palabra que se mantuvo en el discurso cortés —acompañada de otros términos como “demencia” durante casi todo el siglo XIX, y sólo gradualmente llegaría a convertirse en tabú