así como las palabras de Jesucristo a Felipe y a Andrés ante la marea humana que gritaba su entusiasmo mesiánico el Domingo de Ramos: «Si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto». Del terreno amargo de la soledad surge la semilla de la relación vital con el otro y con el mundo. Sin muerte no hay vida; sin soledad no hay encuentro ni relación. Si no sabes estar solo, no sabes estar con otro; si no sabes estar con otro, no sabes estar solo.