Un contemporáneo de Humboldt, menos decorativo y famoso que el sabio alemán, el obispo de Valladolid, decía que en México sólo había dos grupos: “Los que nada tienen y los que lo tienen todo.” Eran del primero cinco millones de indios, mestizos y mulatos y cerca de un millón de blancos. Pertenecían al segundo grupo, al grupo poderoso y rico, unos veinte mil españoles (dueños de los puestos de mando y de almacenes y comercios) y unos diez mil criollos, poseedores de enormes haciendas y riquísimas minas de plata y de oro. En su clasificación no incluía el obispo a la delgada clase media. Indios, mestizos, mulatos, negros y criollos pobres sólo le deben al Siglo de las Luces el haber procreado una especie humana amiga de los humildes, una clase media que emprenderá en el siglo xviii una tarea filantrópica comparable a la caritativa de los misioneros del siglo xvi, ya no por quedar bien con la divinidad, sino por razones humanitarias.