¿Por qué, entonces, nos cuesta tanto negociar bien? La respuesta descansa en la propia naturaleza de la negociación.
En primer lugar, los negociadores deben andar por la cuerda floja entre la cooperación total y la competición abierta; deben sopesar los pros y los contras que tiene adoptar una posición dura, exigente y competitiva. Tenemos que conseguir las mejores condiciones para uno mismo y, sin embargo, también tenemos que ponernos al lado de un adversario al que, en resumidas cuentas, estamos apartando de la mesa de negociaciones.