buscaba al loco enfermo que asusta o que desagrada, sino al loco ingenioso y casi libre, que se pierde por las avenidas, cariñosamente escoltado por la piedad y que nunca necesita serlo por la desconfianza o la fuerza. También yo iba a perderme por tales revueltas, como un lunático voluntario que llegaba a reclamar de aquellos infortunados un poco de simpatía. Observé a poco, que se apartaban de mi camino con triste dignidad, con la del desgraciado acaso, y acaso también con la de una revelación instintiva de superioridad moral, que es para ellos la compensación de la esclavitud filantrópica a que nuestra sublime razón los condena.