Rosa María García

las personas cis plantean su autoridad en el género como un derecho de nacimiento.

Es decir, que, aunque la mayoría de estas personas miran con malos ojos el derecho de nacimiento como forma de determinar estas otras diferencias sociales, sí lo aceptan, de manera hipócrita, cuando se trata del género.

insinúa que el género que viven las personas cis es la versión original, «auténtica», de la que las personas trans solo somos copias.

Quizá haya quien diga hoy en día que «paso como» mujer, pero nadie se pregunta nunca lo difícil que tuvo que ser para mí antes «pasar como» hombre.

En un mundo en el que la gente es vista como mujer o como hombre y en el que se asume que todo el mundo es cis, las personas trans somos de hecho eliminadas del imaginario colectivo, lo que le permite a los medios de comunicación, a los académicos y a los médicos, psicólogos y otros autodenominados «expertos» retratarnos como les dé la gana, plantear cualquier teoría que quieran sobre nosotras y hablar por nosotras.

a la gran mayoría se nos generiza sobre todo por nuestro cuerpo físico, y no por nuestro comportamiento.

sugiere con fuerza que hay de hecho inclinaciones de género naturales e intrínsecas que pueden ser anteriores a y/o reemplazar al condicionamiento social de las normas de género.

Asumen que estamos afirmando saber cómo se sienten las otras mujeres, cuando en realidad todo lo que decimos es que la identidad que más encaja con nuestras experiencias del género es la identidad de mujer.

Una parte de la gente que conozcas o bien resulta tener un sexo diferente al que le asignaron al nacer, o bien se identifica con un género distinto al que puedas asumir que es. Y si esto te incomoda, solo es porque prefieres no vivir en la realidad.

La sexualización, por otro lado, tiene el efecto contrario: en lugar de empoderar a la persona, se usa para hacer uso del poder sobre ella.