Rosa María García

En un mundo en el que la feminidad se desprecia de forma tan habitual, quizá no haya forma de expresión de género que se considere más artificial y más sospechosa que las expresiones de feminidad masculina y transgénero.

las representaciones que hacen las personas no trans son las que remplazan el punto de vista de quienes sí son trans, y triunfan sobre ese enfoque.

Solo cuando abandonemos la idea de que hay sexos «opuestos» y renunciemos a los valores culturales que se asignan a las expresiones de feminidad y masculinidad, podremos acercarnos por fin a la igualdad de género.

la gran variedad de formas en las que somos percibidas y tratadas por los demás, y el modo en que afectan esas diferencias a nuestras experiencias físicas y sociales, ha llevado a muchas personas trans a ver y entender el género de forma muy distinta a nuestros homólogos cis.

la fascinación de medios y público por la feminización de las mujeres trans es una de las consecuencias de la sexualización de las mujeres en general.

las hormonas no solo afectan de forma distinta a personas diferentes, sino que a veces les achacamos comportamientos y proyectamos nuestras propias expectativas en ellas.

me parece más adecuado decir que, en muchos casos, la socialización exagera las diferencias biológicas que ya existen.

aunque las diferencias biológicas son claras, la mayoría de las connotaciones, valores y presuposiciones que asociamos a ellas no lo son.

no creo que las personas trans seamos completamente aceptadas en esta sociedad hasta que las personas cis reconozcan que también tienen un sexo inconsciente y que, si no están peleando constantemente contra sus ideas inconscientes sobre ser del otro sexo, entonces su sexo inconsciente probablemente concuerde con su sexo físico.

Reconocer nuestros puntos ciegos, nuestra incapacidad para comprender completamente el género y las inclinaciones sexuales que no vivimos de primera mano es un primer paso importante para acabar con toda forma de autoridad en el género.