Jordi Soler

Hemos dejado de observar lo que pasa a nuestro alrededor; solo tenemos ojos para la realidad filtrada, sesgada, acomodaticia que discurre sin interrupción, como la vida misma, en la pantalla. El cuervo, las nubes, el ojo de agua, que tanto significan para el navajo, solo tienen sentido para el ciudadano occidental si aparecen en la pantalla; la realidad ya no es lo que hay afuera, sino lo que se reconcentra en el iPhone: así se interpreta y se controla con más facilidad.

los habitantes de la sociedad industrializada de nuestro siglo, criaturas desvalidas que buscan su lugar en el entramado cósmico, nos vendría muy bien adoptar un espacio sagrado, que no sea desde luego ni un templo ni ninguna de las instituciones de la espiritualidad New Age, que son el placebo que matiza el vacío que hay detrás de la pantalla.

«El centro del mundo está en todas partes», escribió el poeta John G. Neihardt, en su libro Alce Negro

También Carlos Castaneda nos cuenta, en el primer tomo de su deslumbrante aventura, su experiencia con el concepto; el brujo yaqui Juan Matus, antes de empezar a instruirlo, lo invita a que encuentre su lugar, su espacio sagrado dentro de una humilde casucha de tablas.

Rapidez en la ejecución y lentitud en la reflexión

Antes de empezar una acción es necesario deliberar; y una vez que se ha deliberado, importa ejecutar con rapidez»

La verdadera filosofía, en la Antigüedad, pasaba por los ejercicios espirituales, no era tanto exponer un sistema de pensamiento como una manera de vivir, era la filosofía antes de ser reducida a puro discurso filosófico e implicaba, nos dice Hadot, «la inversión total de los valores establecidos; se renuncia a los falsos valores, las riquezas, los honores, los placeres, para regresar a los verdaderos valores, la virtud, la contemplación, la vida simple, la simple felicidad de existir

El alma que es luz seca es la más sabia y la mejor»

La vida por sí misma y para cada uno de nosotros solo es, en definitiva, el flujo de la sangre y la inspiración del aire

No se puede adoctrinar a quien elige la vida poética, ni a quien practica la mística salvaje, porque a ese estado se llega después de mucho observar, de valorar y de aplicar el sentido crítico, es decir, que ahí se llega después de mucho dudar