somos la oposición y lo único que nos sujeta a ese gigantesco sistema que gira sin parar desde el principio de los tiempos, y que seguirá girando por toda la eternidad, es el deseo sexual, la urgencia reproductiva que en su fundamento va unida a los ciclos del macrocosmos, aun cuando sea de la imaginación, de la anticipación y del recuerdo, de donde proviene el fuego. También la circulación de la sangre nos ata al sistema, la sangre que da vueltas sin parar dentro de nosotros siguiendo la partitura de los planetas y las estrellas. Somos la oposición, pero, cuando dormimos, y dejamos de ejercitar nuestra libertad, nos integramos a la maquinaria del cosmos y volvemos a ser, como cada noche, un cuerpo celeste.