–Fui a confesarme, Ignatius. Se lo expliqué todo al padre. Y él me dice: «No me parece culpa suya, querida. Creo que lo único que pasó fue que el coche patinó un poquito porque la calle estaba mojada.» Así que le expliqué lo tuyo. Le dije: «Mi hijo dice que soy la que le impide escribir en sus cuadernos. Lleva casi cinco años escribiendo esa historia.» Y el padre va y dice: «¿Sí? Bueno, no me parece tan importante. Dígale que salga de casa y vaya a trabajar.»