y el de mis amigos,
una especie de Robin Hood caribeño.
Cuando no entrenaba a sus pájaros
practicaba boxeo,
sabía pelear,
al menos eso decían,
yo nunca lo vi.
Cada tanto recibía una paliza
en sus borracheras
pero no lo vencían,
tenía una ley:
El que sangra pierde.
A decir verdad,
solo sangró
el día de su muerte