Me levanté y pregunté al alba por ti: ¿se ha despertado ya?
Vi tu rostro en torno a la casa, dibujado
en cada rama. Di la espalda al alba
y pregunté al rocío de las ramas:
«¿Ha llegado
o es un sueño?»
Pregunté al sol si había leído tus pasos
si habías acariciado la puerta,
cómo se iban
a tu lado las flores de la casa y los árboles.
A punto estuve de partirme en dos:
mi sangre está allí y aquí está mi cuerpo– una hoja
que la llama arrastra en la sequedad del mundo.