Me gustaría… ojalá supiéramos qué clase de mujer es.
—Eso puedo decírtelo yo —comentó Chip con cinismo—. Solo hay dos tipos a elegir. Están las dulces criaturas que se desmayan al ver un revólver y chillan y se agarran a tu brazo si ven a una inofensiva serpiente de jarretera, las mismas que se ruborizan si, por un casual, las miras a los ojos de repente y lloran si no te quitas el sombrero cada vez que las ves a una milla de distancia