Ese astro, rumor para María, cruzado por el tiempo, es decir, orientado a la muerte, lleva a Diótima a sentirse sumida en la oscuridad y a considerar la vida como un mar. Se diría que la envuelven velos diversos, como a la Voluntad Suprema hindú, antes de que se originara la vibración primera que lanzó a Shiva a la danza cósmica. Diótima oye entonces la canción del agua e inicia el canto y la música se adueña de ella y es penetrante como la herida. En su soledad, una noche, una única noche, la sacerdotisa siente que alguien ama a su alma errante, y el que la ama, el amante, la conduce «hasta el borde mismo del alba»303 y, entonces, la envuelve un olor a violetas.