El patrón Vasques zanjó hoy un negocio que ha arruinado a un enfermo y a toda su familia. Mientras andaba en el negocio se olvidó completamente de que aquel individuo existía, excepto como parte de un contrato comercial. Zanjado el negocio, le ha vuelto la sensibilidad. Sólo después, porque, claro, si hubiera sido antes, no habría cerrado el negocio. «Me da pena ese tipo —me dijo— se va a quedar en la miseria». Después, encendiendo el puro agregó: «En todo caso, si alguna vez necesita algo de mí —se entiende que cualquier limosna—, descuida que no me voy a olvidar que le debo un buen negocio y unos buenos machacantes».
El patrón Vasques no es un bandido, sino un hombre de acción. De hecho, quien perdió el lance en este negocio, podría contar con su limosna en el futuro, pues el patrón es un hombre generoso.