Federico García Lorca

Si vinieran los gitanos,

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

La luna deja un cuchillo

abandonado en el aire,

que siendo acecho de plomo

quiere ser dolor de sangre.

Dentro de la fragua el niño

tiene los ojos cerrados.

Por el olivar venían,

bronce y sueño, los gitanos.

Y yo dormiré a tus pies

para guardar lo que sueñas.

Desnuda, mirando al campo

Amante sin habla.

Novio carmesí.

Por la orilla muda

Tendidos los vi.

Dile que te enamora
Su carita de estrella;
Que te pasas las horas
Sólo pensando en ella.

El dilema de esta obra es muy freudiano, ¿si alguien ama y no desea, puede hacer feliz a alguien y puede, incluso, darle una vida intensa?

tú cada vez más triste, más enjuto, como si crecieras al revés

las higueras, ¡cuánto duran!; las casas, ¡cuánto duran!; y solo nosotras, las endemoniadas mujeres, nos hacemos polvo por cualquier cosa

Pero tú has de venir, ¡amor!, mi niño,