Para los lacanianos, ese Gran Otro en realidad no existe: el orden simbólico en el que vivimos no es coherente y se hace notar por sus agujeros o sus lagunas. Es decir, es insustancial. Pero la observación más importante de Lacan es que, pese a que el Gran Otro no existe, aun así, funciona como si existiera, puesto que el hecho de que las personas crean en su existencia es esencial para el modo en que entienden sus vidas. A fin de forjarnos cierta estabilidad para nuestras identidades, aunque más no sea temporaria, nos creamos una fantasía de consistencia para la esfera social en la que vivimos.