La elección que se le presenta al ser humano del siglo ⅩⅪ es una elección entre dos caminos muy parecidos entre sí. El hecho de que esa elección aparentemente exigua pueda tener consecuencias enormes es lo que acaba angustiándonos. Todo parece depender de giros del azar, aun si después nos contamos la historia de nuestras valientes decisiones en situaciones donde la valentía, en verdad, era más bien imposible. Por vía de una memoria selectiva y compensatoria, fraguamos la idea de un “camino menos transitado”. Eso le añade heroísmo y previsión a un curso de acciones que bien pudo haber sido casual, y le presta glamour al camino no tomado. Podemos aliviar nuestro descontento con lo que es y lo que fue al convocar ideas sobre lo que pudo haber sido. La verdadera desesperanza surge con la idea de que, sin importar el camino elegido, tal vez no haya habido para nosotros sino tristeza y monotonía.