La hermana Winifrede se detiene y trata de pensar. Se acaricia el hábito negro y aprieta las cuentas del rosario que le cuelga del cinturón. Por una coincidencia extraña es tan alta como la abadesa, pero nunca será campanario ni torre, sino una matrona inglesa, a pesar de la toca y los votos y de la gran castidad carnal que llena sus días