Muriel Spark

Veo una dificultad —dice Walburga—. Podrían objetar que pinchar los teléfonos y poner escuchas no es una mera ampliación del acto de prestar oídos a los rumores, invitar a la confidencia, abrir las cartas al vapor y registrar periódicamente los armarios de las novicias

Por último, Su Eminencia, asumo el honor de señalar a Su Eminencia la calidad y las realizaciones de nuestro sagrado y paradójico establecimiento, reflejadas en nuestra amada y renombrada hermana Gertrude, a quien hemos apartado de nuestro medio para que trabaje por la fe ecuménica. Atravesando ríos, montando en helicópteros, reactores y camellos, la hermana Gertrude recorre la corteza terrestre, seguida de hecho por reporteros y fotógrafos. Paradójicamente fue nuestra cerrada comunidad la que la envió en esta misión.
—Gertrude —dice Mildred— se pondría furiosa al leer eso. Se fue por voluntad propia

fuerza reside en la virginidad de su corazón, combinada con la sólida educación de su juventud, que la llevó a cruzar más de un patio de universidad hacia los dormitorios masculinos y, de ahí, a numerosas camas. Una mujer de fortuna mayor que la de la mayoría, según ella ha sostenido siempre, tiene grandes probabilidades de mantener virgen el corazón. Los amantes que tuvo en el pasado fueron los más eruditos que encontró a mano. Por poco agraciados que fueran, eran invariablemente los profesores, los estudiosos dedicados, quienes la atraían. Y a partir de entonces siempre se consideró cultivada ella misma, merced a una especie de ósmosis.

abadesa Hildegarde acaba de morir y está ya bajo su losa en la capilla.
La abadía de Crewe ha quedado sin cabeza, pero la elección de la nueva abadesa tendrá lugar dentro de veintitrés días

amar. ¿Cómo puede amar de verdad? Es demasiado pusilánime para odiar bien, no digamos ya amar. Hace falta coraje para practicar el amor. Y ¿qué sabe de libertad? Felicity nunca sufrió esclavitud, como pueden verlo todos.

Una abadesa debe tener más de cuarenta años, pero Walburga, que acaba de cumplirlos, no tiene otra ambición, salvo la de que Alexandra sea elegida abadesa y continuar ella misma siendo la priora

Mildred tiene treinta y seis años, y sería demasiado joven como candidata para la elección, aun cuando estuviese dispuesta a ser abadesa

Quien nunca ha observado un orden estricto en el corazón, nunca puede ejercer la libertad

Thomas sintió celos, pero perdió la partida. Fueran los que fuesen los sueños profundamente ocultos de Mildred, iban más allá del jesuita, lo superaban en mucho. Por fin, terminó por odiar a Mildred y trabó relación con Felicity

Alexandra —dice Felicity— ha llegado a decir: “Que se vaya al infierno san Francisco de Asís. Prefiero a Sexto Propercio, también natural de Asís, contemporáneo de Jesús y antepasado espiritual de Hamlet, Werther, Rousseau y Kierkegaard”. Según Alexandra, estos personajes son unos neuróticos mucho más interesantes que san Francisco. ¿Alguna vez oyeron hablar ustedes de estos nombres o de esta doctrina?