Cuando fue anunciada la ruptura y la flamante prometida rompió a llorar, para consolarla de este sinsabor James sacó el tubo de ensayo que siempre llevaba consigo y, recogiendo con sumo cuidado tres lágrimas, las observó en un microscopio y las sometió a un análisis químico.
En el humor lacrimal derramado por Miss Hodges, James Smithson identificó diversas sales minerales, entre las cuales figuraban el sodio, el cloro, el potasio, el calcio, el magnesio y una cantidad inesperada de fósforo, probablemente motivada por la amargura.
También descubrió que, al igual que los copos de nieve, cada lágrima poseía una arquitectura propia, determinada por la emoción. Las lágrimas de alegría eran romboidales, con ángulos agudos. Las lágrimas de tristeza, en cambio, adoptaban formas elípticas. Las lágrimas de aburrimiento, provocadas por un bostezo, al igual que las lágrimas basales derramadas de continuo para lubricar el ojo, se distinguían por su forma esferoidal.
Años más tarde, los estudios de Fourcroy confirmarían estos hallazgos