Podría ocurrir algo que nunca se te ha pasado por la cabeza: al cabo de un puñado de años, el ser que ha leído todos esos libros desatendidos saldrá de tu biblioteca, se sentará a tu mesa (convenientemente situada junto a la biblioteca), se preparará una taza de café en la máquina, pues te ha visto hacerlo mil veces, especialmente cuando estás a punto de enfrentarte a un libro, y encenderá un cigarrillo, tan insustancial como el vapor, cuyo olor no impregnará ni las alfombras ni las cortinas. Será lo contrario de ti, tu reverso.