Tenemos también que abandonar la noción de un salvador divino, lo que no tiene nada que ver con la religión a la que pertenezcamos, sino que se refiere a la idea de alguien o algo que nos salvará sin que nosotros tengamos que experimentar ningún dolor. En realidad, abandonar ese tipo de falsa esperanza es el primer paso. Tenemos que estar con nosotros mismos. Tenemos que ser personas reales. No hay posibilidad de esperar lo mejor yéndose por las ramas. Si realmente estás interesado en trabajar contigo, no puedes llevar esa especie de doble vida, adoptando ideas, técnicas y conceptos de todo tipo, simplemente para escapar de ti. Eso es lo que llamamos materialismo espiritual: confiar en tener un sueño agradable, bajo el efecto de somníferos, y que cuando despiertes todo esté bien atado; que todo esté bien curado. Así no tendrás que sufrir ningún dolor ni plantearte ningún problema.
En una disciplina espiritual auténtica no es posible hacer eso. Podrás convencerte de que hay alguna disciplina religiosa que te permite pasar directamente al éxtasis espiritual. Podrás convencerte de que este mundo no existe; de que sólo el reino del espíritu existe. Sin embargo, más adelante algo se volverá en tu contra, porque no podemos engañar a la norma básica, lo que se conoce como karma o ley de causa y efecto. No podemos hacerle trampas.