La pérdida de vuestros ojos -argumentaba él- no serviría de impedimento a vuestra fuerza corporal, con la que aun podíais ser útil a Su Majestad. La ceguera aumenta el valor ocultándonos los peligros, y el miedo que tuvisteis por vuestros ojos os fue la mayor dificultad para traer la flota enemiga.