«Yo celebro que Emma Bovary ?ha escrito Vargas Llosa? en vez de sofocar sus sentidos tratara de colmarlos, que no tuviera escrúpulo en confundir el cul y el coeur, que, de hecho, son parientes cercanos, y que fuera capaz de creer que la luna existía para alumbrar su alcoba.»No han dejado de correr ríos de tinta en torno a La señora Bovary, que hoy presentamos en una nueva traducción de María Teresa Gallego Urrutia. Defendida en su día por Baudelaire y Sainte-Beuve, reivindicada por Zola y el naturalismo, rescatada por Sartre y los autores del nouveau roman, admirada por Nabókov, es aún hoy un modelo central de lo que debe y no debe ser una novela. La historia de un adulterio en una ciudad de provincias, sin grandes personajes ni ambientes fastuosos, tuvo un aspecto tan realista que las instituciones se vieron agredidas y abrieron un proceso judicial contra el autor, del que saldría absuelto y que le reportó una fama sin precedentes. Gustave Flaubert nació en Ruán en 1821. En 1843 empezó a escribir la primera versión de lo que luego sería La educación sentimental (Alba Clásica núm. liv). En 1851 inició la redacción de La señora Bovary, que se publicaría cinco años después, acarreándole un proceso judicial del que saldría absuelto. El proceso, sin embargo, aseguró el éxito del libro. Publicaría luego la novela histórica Salambó (1962), La educación sentimental (1869), La tentación de San Antonio (1874) y Tres cuentos (1877): los únicos textos, de las más de ocho mil páginas que escribió, que permitió, en su afán perfeccionista, que vieran la luz pública. Murió en 1880 en Canteleu.