—Nunca pensé que mi vida acabaría siendo así —me dijo una tarde con voz ronca. Le di un golpe con el hocico, intentando animarlo un poco—. Solo, sin nadie con quien compartir los días. He ganado mucho dinero. Así que, más o menos, me he jubilado. Pero eso tampoco me ofrece ningún placer.
Corrí a buscar una pelota y se la dejé en el regazo, pero él apartó la cara, sin hacer caso. Su dolor era tan grande que me entraron ganas de llorar.
—Oh, Chico, las cosas no siempre salen como uno las planea —dijo con un suspiro.