rayaba en lo sublime, pues, cuando con la esperanza de un descubrimiento precioso deseamos recibir ciertas impresiones de la naturaleza o del arte, sentimos cierta aprensión a la hora de dejar a nuestra alma acoger en su lugar impresiones inferiores, que podrían confundirnos sobre el valor exacto de la belleza. En Andrómaca, en Los caprichos de Marianne, en Fedra, la Berma era una de esas cosas famosas que mi imaginación tanto había deseado.