Los llamados médicos psiquiatras designaban la enfermedad de mi amigo unas veces de esta forma y otras de aquélla, sin tener el valor de reconocer que para aquélla, como para todas las demás enfermedades, no hay calificación correcta sino siempre, únicamente, designaciones equivocadas, siempre engañosas, porque en fin de cuentas, como todos los demás médicos, se facilitaban las cosas y, en definitiva, se las simplificaban de un modo criminal, al menos designando una y otra vez las enfermedades de forma equivocada. A cada instante pronunciaban la palabra maníaco, a cada instante la palabra depresivo y en todos los casos era siempre falso.