Ayobami Adebayo

Las cosas que me importan las llevo dentro, encerradas bajo el pecho como si fuese una tumba, un lugar de permanencia, mi cofre del tesoro en forma de ataúd.

No importaba cuántos ríos tuviésemos que cruzar. Al final de toda la historia nos esperaba ese periodo de felicidad que supuestamente sólo empezaría después de que tuviésemos hijos, ni un minuto antes.

Entiendo cómo una palabra que los demás usan todos los días puede convertirse en algo que se susurra en la oscuridad para calmar una herida que no sanará.

aquel momento odié a Dios. Deseé poder ver a Dios y arrancarle el corazón. ¿Qué le había hecho yo a Él? ¿No me merecía un poco de felicidad?

¿Crees que es casualidad que nuestra gente diga que no hay ningún dios como una madre?

Mi madre era capaz de odiar con la misma violencia con la que amaba.

La esperanza era un lujo que yo ya no podía permitirme.

Por muy feas que se pusieran las cosas, yo encontraba la forma de creer que hasta la derrota era una señal de que acabaría venciendo.

Pese a todo, pienso que sin duda creía que el amor tenía el inmenso poder de desenterrar todo lo bueno que hay en nosotros, de perfeccionarnos y de descubrirnos las mejores versiones de nosotros mismos.

llevaba mucho tiempo gravitando al borde de un precipicio, y ahora estaba ya tan agotada que sólo quería que me dejasen caer.