Seligman desvió la crítica implícita de mis comentarios hacia su coautor de siempre, Ed Diener. Según dijo, Diener “siempre está con el dibujo de la carita sonriente”, y solo va a “que la gente se sienta mejor”; mientras que él, Seligman, se ocupa “de que todo sea significativo y tenga un propósito”. La lealtad, concluyo yo, no debió de puntuar lo suficiente como para figurar en su lista de virtudes