Estas imágenes se han actualizado con propuestas aparentemente más novedosas como las de “mujer moderna”, pero conservando intacta la maternidad como seña de identidad de la mujer. Esto es, que el sexo de la mujer la sitúa obligatoriamente al servicio de la familia y, en definitiva, del hombre, una idea que persiste en el modelo de madre y esposa que vemos no solo en películas y publicidad, sino en los discursos médicos sobre la crianza y en las propuestas pedagógicas sobre las relaciones entre madre e hijo que presionan a la mujer para ser el “ángel del hogar” en versión moderna. Por eso, de la maternidad se derivan otras señas de identidad como que la crianza de los hijos y, por tanto, todo lo relacionado con el ámbito doméstico es siempre y en todo caso lo natural de las mujeres. De este modo, la doble carga que tenían las mujeres en las épocas premodernas no ha desaparecido. Si antes las mujeres tuvieron que trabajar en el campo, en los talleres o en las fábricas, y además atender lo que se consideraba suyo propio, por biología, que era cuidar del hogar, ahora, en plena modernidad, no han dejado de atender ese doble trabajo pues, además de haber conquistado importantes parcelas de independencia laboral, siguen asumiendo como propia la mayor parte de las tareas domésticas.