Los mapas hacen ver lo que la linealidad del escrito es impotente para enunciar: la simultaneidad de las acciones, la sincronía de los episodios, la coexistencia de los espacios. Aun cuando la concepción de la equivalencia predomine en la primera Edad Moderna, los mapas de las ficciones –o al menos algunos de ellos– comunican suplementos de sentido, emoción o sueño que el historiador debe postular sin poder siempre descifrarlos. Nuestra mirada los percibe, pero siguen siendo para siempre el secreto de los lectores antiguos.